Por Alejandra Sánchez Inzunza
Carl Hart es un hombre negro estadounidense de 57 años que consume heroína. Carl Hart es también el principal investigador del laboratorio de neuropsicofarmacología de la Universidad de Columbia. En su último libro, Drug use for grown-ups, evidencia que el uso de drogas como la heroína, la metanfetamina y la cocaína no genera ningún tipo de adicción entre el 70% y 90% de los casos. La mayoría, en cambio, produce efectos positivos para el cerebro como la empatía, la gratitud o la concentración.
Hart es una aparente paradoja dentro de un país en la que se está desarrollando otra: el inventor de la guerra contra las drogas vive ahora el mal llamado “renacimiento psicodélico”, que impulsa la próxima legalización de la psilocibina, el principio activo de los hongos, y el MDMA para uso clínico. Aunque Estados Unidos sigue arrestando a cerca de un millón de personas al año por posesión, en Denver, Colorado, se celebró en 2023 la Psychedelic Science, un evento al que asistieron 12,000 personas sobre los beneficios de los psicodélicos para tratar los traumas por guerra, abuso sexual, violencia o para aliviar el dolor de pacientes terminales y durante el tratamiento del cáncer.
En esta entrevista por videollamada, Carl Hart responde sobre las contradicciones de su país, critica las del movimiento psicodélico, y reflexiona sobre la desconexión entre la evidencia científica y lo que creemos o queremos saber sobre drogas. Dice que los hechos del presente son demasiado urgentes como para gastar su tiempo en “quimeras” y “pensamientos mágicos” sobre un mundo sin traumas.
¿Cómo se explica que el país que inventó la guerra contra las drogas hace más de 50 años ahora lidere el movimiento psicodélico?
No es difícil de entender cuando se piensa en el Producto Nacional Bruto, la cantidad de dinero que hay en el país. Uno esperaría que Estados Unidos tenga el mayor mercado de libros o de arte… no es sorprendente que quisiéramos encabezar el gasto militar. Así que cuando se piensa en la guerra contra las drogas por supuesto que vamos a ser el líder e influir en otras naciones. Por otro lado, en Estados Unidos tienes también a las personas que están desafiando vigorosamente esa guerra debido a los daños potenciales y son personas educadas y que tienen libertad para contradecir esa narrativa. No es una sorpresa que seamos líderes [en el movimiento psicodélico], supongo que es más bien un problema. Los que dicen que con los psicodélicos habrá un mundo sin trauma… ¡Venga ya, eso es una gilipollez! Es una especie de pensamiento mágico sobre las drogas. En la década de 1930 decíamos: ‘Oh si consumes cannabis, vas a matar a tu madre’. Ahora estamos diciendo: ‘Oh, estas drogas van a curar todos los traumas’. Eso es la misma mierda. No funciona así. Las sociedades tienen que trabajar para asegurarse de que sus ciudadanos estén bien atendidos, que tengan educación, vivienda y derechos básicos. Sin las necesidades básicas cubiertas siempre habrá traumas. Cuando la gente dice cosas como que estas sustancias van a garantizar que tengamos un mundo sin traumas, más vale que dejes de escuchar, igual que dejaste de escuchar a los prohibicionistas que dicen que las drogas son la causa de todos los males de la sociedad.
Pero parece que la gente hoy está más dispuesta a aceptar los psicodélicos sobre otras drogas.
La sociedad está realmente centrada y es entusiasta con los psicodélicos, tienes razón, pero sería un error actuar como si esto fuera todo. Es como si cuando Donald Trump difama, menosprecia y denigra a los mexicanos, yo digo: ‘Bueno son solo los tejanos los que piensan así de los mexicanos’. Pero así no son las cosas. Los mexicanos a los que Trump denigra son enormes seres humanos y merecen los mismos derechos humanos y el mismo trato que cualquiera. Lo mismo ocurre con los consumidores de cualquier otra droga.
¿Qué peso tiene realmente el movimiento psicodélico?
En términos de lo que este movimiento significa para un movimiento más amplio de justicia y derechos humanos, no significa absolutamente nada porque descartamos la evidencia que muestra que la gente puede usar drogas, cumplir con su responsabilidad, cuidar de sus familias, pagar sus impuestos y ser personas respetables. Desechamos esas pruebas cuando se trata de este conjunto de drogas [como cocaína o heroína], pero no de este otro conjunto de drogas [psicodélicos]. Por eso no creo que Denver [donde se celebró en 2023 la mayor conferencia sobre psicodélicos de la historia] nos diga mucho, aparte del hecho de que la gente que participó con tanta emoción sin mencionar a los demás que se ven perjudicados por nuestra actual política de drogas son unos hipócritas.
¿No crees que ahora hay gente que acepta más fácilmente ese discurso?
No, no hay que confundir el discurso escrito por americanos blancos de clase media. Si en este momento de nuestra historia las drogas como el MDMA están teniendo un gran momento es en parte porque estos calvos blancos de mediana edad están diciendo que está bien. En nuestro país nos gusta escuchar a ese grupo de personas. Nuestro trabajo, el tuyo y el mío, es que la gente sea capaz de entender lo que se dice basándose en evidencias. Decimos que somos la nación más libre del mundo y que permitimos a la gente disfrutar de derechos humanos como la libertad personal, la autonomía corporal, toda esa mierda… Y si tus lectores son inteligentes, dirán: ‘Espera, si se supone que tenemos autonomía corporal… ¿Por qué la gente no puede alterar su conciencia como mejor le parezca mientras no perjudique a otras personas?’ Por desgracia, la gente no se cuestiona eso cuando hablamos de cómo regular las drogas. Nuestro trabajo es asegurarnos de que nuestros lectores puedan pensar por sí mismos de esa manera.
¿Pero el debate no se ha hecho más popular por la aparición de productos en Netflix o personas como Michael Pollan?
Cuando tuvimos el movimiento de legalización en los Estados Unidos, donde el cannabis era la droga que era, estábamos arrestando a 750,000 estadounidenses cada año por cannabis. Eso ha cambiado. Y entonces la gente dijo: ‘Oh, eso va a abrir otras cosas sucesivamente’. Pero lo que hizo básicamente es lo que el movimiento psicodélico está haciendo: enfrentar esas drogas contra otras drogas. Enfrentar a usuarios de psicodélicos contra usuarios de otras drogas. En Estados Unidos nos dimos a la tarea de mostrar lo horrible que son los opioides, lo cual es mentira, pero la realidad es que la gente está pagando un precio muy alto. Esto llevó a esas personas a Denver y a la lucha psicodélica. Se convierten en guerreros de la droga contra los opioides, contra la metanfetamina, y hay una noción ingenua de que de alguna manera serán personas que recibieron un poco de educación. Eso no ocurre debido al contexto y a la educación en general que damos a la gente sobre las drogas. Por eso no tengo tiempo para ese argumento, porque llevamos aquí década tras década y la gente lleva sufriendo demasiado tiempo. Es como decir que ahora no tienes derechos humanos, pero espera, vamos a reconocer la plena humanidad dentro de cinco años, diez años, veinte años… yo no puedo hacer eso. No puedo participar.
Dices que la política de drogas debería basarse en la evidencia, pero hay mucha y pareciera que a la gente no le interesa.
Pensamos en la guerra contra las drogas y pensamos en la aplicación de la ley, en los productos farmacéuticos, pero estoy hablando de toda nuestra sociedad, desde los cómicos, a los escritores, los programas de televisión. La evidencia le quita material a la gente que escribe esos programas y películas, comediantes y artistas que se equivocan mucho sobre la droga, pero nadie los cuestiona. Es un chiste. Es curioso. Es nuestro padre que no quiere asumir la responsabilidad de ser padre.
En Denver me dijiste que tanto la prohibición como este mal llamado renacimiento psicodélico son consecuencia del capitalismo.
Y sí, y también del capitalismo cultural. Ya sabes, puedes culpar a las drogas de todo, desde que hay malos padres y todo eso.
¿Cómo crees que la gente puede entender mejor las drogas?
Tienes que empezar porque la gente no quiere entenderlo mejor, pero eso está bien. La gente en nuestra sociedad ha dicho: ‘Oh, no, como consumes heroína o metanfetamina o cocaína o crack, no eres una buena persona. Y yo soy mejor que tú porque no consumo esas drogas’. Usamos el consumo de drogas de la gente para decir quién está arriba y quién está abajo. Eso es algo importante para la gente estúpida y hay mucha gente estúpida en nuestra sociedad. Ahora, para la gente que está genuinamente interesada es realmente fácil. En la Universidad de Columbia, donde estoy ahora, todos los días damos drogas como la heroína, metanfetamina y cannabis. Lo hacemos desde hace 30 años y sin ningún incidente. Publicamos esto en nuestra literatura científica y mostramos que estos efectos son predecibles. No tenemos muertes ni efectos locos. La gente convenientemente ignora esa evidencia. Yo mismo he publicado 100 artículos. La evidencia es abrumadora.
¿Crees que haya un futuro cercano post-prohibición en Estados Unidos?
Si no hubiera guerra contra las drogas, no tendríamos la agencia antidrogas en los Estados Unidos, y hay docenas de agencias más centradas en la guerra contra las drogas. Cada año, sin los fondos discrecionales del presidente, que pueden ser miles de millones, se asignan $40 mil millones de dólares. Dejamos pasar el cannabis porque aprendimos cómo hacer dinero con él para los hombres y mujeres blancas de clase media. Pero no es posible imaginar un mundo sin la guerra contra las drogas, eso no va a suceder, porque hay demasiados puestos de trabajo que dependen de ella, y la importancia cultural de vilipendiar las drogas es demasiado grande. Yo no participo en quimeras. Sólo trato de poner de relieve la hipocresía e intento hablar en nombre de las personas que están sufriendo como resultado de ese enfoque.