Las fronteras existen para cruzarse

“La estupidez de la guerra contra las drogas provoca las epidemias de drogas”

Philippe Bourgois, antropólogo y director del Centro de Humanidades y Medicina Social en el Departamento de Psiquiatría en la Universidad de California en Los Ángeles.

Por José Luis Pardo Veiras
Ilustración: Donají Marcial
Fotos cortesía de Philippe Bourgois

Desde la publicación en 1995 de su libro En busca de respeto: vendiendo crack en Harlem, Philippe Bourgois se convirtió en una estrella de la antropología y en una de las voces más autorizadas en el mundo para hablar sobre epidemias alrededor de las drogas. Bourgois, una de las primeros académicos que popularizó el término crack —por el sonido que hace la droga al calentarse—, atiende este entrevista por videollamada desde su casa en Los Ángeles para hablar de por qué en Estados Unidos mueren más de 100,000 personas al año por sobredosis, la mayoría relacionadas con el fentanilo.

Ha escrito que las epidemias de drogas son un síntoma de la sociedad, ¿cuáles son entonces las causas de ese síntoma? 

Cuando en los 80 empecé el trabajo en El Barrio, el nombre que se le da a East Harlem, que es el barrio puertorriqueño tradicional, y que lo sigue siendo aunque ahora está muy gentrificado, yo ni siquiera planeaba estudiar la droga, quería estudiar de qué vivía la gente ahí, en un lugar históricamente de inmigrantes muy pobres que migran con cada cambio en la economía. Primero con la economía industrial y luego con la crisis de la desindustrialización, que golpeó a Estados Unidos más fuerte que a la mayoría de los países por estar tan industrializado y porque tenía un gobierno horrible. En Europa y en otros países con modelos de socialdemocracia, cuando hay problemas el Estado invierte para reducir los riesgos sociales. En Estados Unidos, cuando hay una crisis económica, se deja al libre mercado hacer sus desastres.

Si miramos históricamente el rastro de la epidemia de crack se ve la estupidez de la guerra contra las drogas: Estados Unidos estaba obsesionado con la marihuana porque los hippies la fumaban. La guerra estaba enfocada en la droga menos peligrosa para la salud. En ese tiempo mucha de la marihuana venía por Colombia en aviones y entonces los colombianos dijeron: ‘Ya no vamos a mandar marihuana, vamos a mandar cocaína’, porque es más chiquita y se puede transportar más cantidad, no huele tanto y se gana mucho más dinero. El precio cayó más de 10 veces.

En los barrios burgueses de la gente de Wall Street estaban pagando 100 dólares por un paquete que en las calles valía 10 dólares. Y la calidad era la mejor que nunca se había visto. La estupidez de la guerra hizo que la cocaína fuera algo súper barato y a alguien se le ocurrió la innovación de convertirlo en base en lugar de clorhidrato.

Las epidemias han subido y bajado y nunca hemos entendido muy bien por qué las preferencias de la gente cambian. A los estudios sobre salud pública les falta históricamente una metodología, una perspectiva sobre el choque de fuerzas y contradicciones sociales. Pero lo que siempre tienen es un increíble patrón de racismo y de terror crónico a través de los arrestos masivos. El modelo de desarrollo de Estados Unidos ha sido explotar sobre todo a mexicanos, pero también a centroamericanos y sudamericanos. Existe una mano de obra enorme que tiene miedo de ser deportada porque no tiene papeles, que viene de países donde los sueldos son bajos y donde no hay derechos como sindicalizarse o tener juicios justos. Entonces, aunque esas poblaciones son afectadas, no se quejan y están dispuestas a aceptar este modelo.

De lo que está contando se pueden extraer dos paradojas. La primera es que la guerra contra las drogas es una de las grandes culpables de las epidemias de drogas. 

Sí, así es.

Campamento de deportados de Los Ángeles en las desaguas del rio Tijuana, en la frontera con Estados Unidos.
Campamento de deportados de Los Ángeles en las desaguas del rio Tijuana, en la frontera con Estados Unidos.

La segunda, que es algo que usted estudió en El Barrio, es que el tráfico de drogas en estos lugares quita muchas vidas pero también es una forma de vivir, de sobrevivir a esa pobreza estructural. 

Sí, eso es lo increíble. En Estados Unidos tenemos una espacialización barbarísima por clase y raza, o lo que se llama raza. Si uno parece latino o parece negro, tiene que vivir en barrios donde hay segregación, los barrios que antes eran industrializados. Hay excepciones para gente burguesa y de clase alta, pero aún ellos tienen dificultades para encontrar un apartamento porque el dueño no quiere ofender a los otros vecinos blancos. Entonces si uno nace en un código postal, las opciones de trabajo formal para alguien que no acaba la secundaria, algo muy común en estos lugares, desaparecieron. Ante estos niveles de desempleo, la gente puede tomar la iniciativa y el peligro de vender drogas. Existe incluso una cierta presión para que los jóvenes entren al negocio, al menos de forma temporal mientras buscan un trabajo formal, porque hay mucha gente desesperada. Vender droga es una manera de ser semi-adulto y, digamos, ser independiente de su mamá.

“Los políticos utilizan la violencia del Estado para generar ganancias extraordinariamente altas. El aumento de la economía es por la represión, no por la educación. Yo lo llamo acumulación predatoria”.

Otra cosa que parece que se repite en las epidemias es que siempre pagan los mismos los desmanes del poder político y económico. Estoy pensando en cómo la crisis del fentanilo está ligada a la venta masiva de opiáceos legales, como el Oxycontin con el que hizo fortuna la familia Sackler, o el expresidente de Honduras Juan Orlando Hernández, que está siendo juzgado en Estados Unidos por narcotráfico mientras Honduras enfrenta una epidemia de crack. 

La dinámica que se está viendo ahorita es la misma que se daba en los 80. Y ocurre aquí en Estados Unidos y ocurre en Latinoamérica, porque estamos en un mercado globalizado de Las Américas. El regreso del desastre del crack es muy fuerte, incluso en pueblitos rurales de América Latina. Y hasta en pueblos indígenas de la Mosquitia, en Honduras. Es terrible ver qué ocurre en lugares así por culpa de la represión. Es otra vez la estupidez de la guerra contra las drogas. Como es más difícil pasar la droga con aviones, se transporta en lanchas y entonces los traficantes tienen que comer y buscar gasolina en cualquier aldea. Y pagan con droga. Entonces se empieza un mercado local en un pueblito humilde, tradicional, que nunca ha tenido drogas antes. Es triste ver eso. Una cosa increíble es que todo esto siguió pasando con la covid. No había transporte global, pero la droga no tuvo ningún problema seguir su camino, creciendo en cantidad y calidad.  

El fentanilo es también producto de esa represión. Es muy potente, la cantidad que se tiene que transportar es minúscula, y además no necesitas controlar terrenos de agricultores. Al menos antes había dinero llegando a los campesinos en México. 

En México la crisis en estados como Guerrero, el mayor productor de amapola, ha sido feroz. Algunas personas me contaron que en la pandemia incluso tuvieron que vivir del trueque. Todavía existen cultivos, pero hay muchos menos, porque sobre todo desde el año 2000 la amapola se empezó a convertir casi en un monocultivo. E incluso ese dinero llegó a frenar la migración y a generar economías locales en lugares alejados. 

Sí, es una ironía terrible y es la historia repitiéndose, pero repitiéndose cada vez peor. No es tan diferente de lo que pasa legalmente con los productos químicos. Con la tecnificación, la industrialización y la sintetización de los productos. Aunque en Los Ángeles, por lo menos donde yo conozco, todavía se puede encontrar la heroína negra, la tradicional que viene de México. Hay gente que dice que la prefiere al fentanilo. La cocaína es interesante porque sí se necesita la planta de la coca para producirla. Algo está pasando. Por ejemplo en Ecuador, donde las pandillas trataron de tomar el poder. Parece que hay un aumento de producción e importancia del narcotráfico en ese país. Y algo terrible es que se está importando el modelo gringo de gastar millones en meter a miles de personas en la cárcel. Bukele, lo ha hecho a la manera centroamericana, más cruel todavía. El presidente de Ecuador hizo lo mismo que Bukele… Si esa política es una idiotez en un país rico como Estados Unidos, es una imbecilidad para un país pobre. Pero lo interesante es que tiene apoyo público.

“Lo único que puedo esperar es que esa plaga se quede con mi pueblo [en Estados Unidos] porque somos el problema”.

En ese sentido, ¿Por qué cree que si estamos hablando de los repetidos fracasos de la guerra contra las drogas, más de 50 años después seguimos utilizando la misma receta e incluso es popular? 

Hay demasiada gente beneficiada. Hay toda una lógica de servicios de la represión, desde la cárceles hasta los policías. Y eso se acaba convirtiendo en una movilización política. Y también está la demanda de la gente: ‘yo no quiero que me asalten, no quiero pagar una extorsión’… Existe una gran demanda de represión por la vulnerabilidad de la gente. En algunos países, especialmente Bolivia, ha habido iniciativas donde la población se organiza para garantizar su propia seguridad social porque en América Latina sólo los ricos tienen protección del Estado. Y existe ese problema también en Estados Unidos, pero no tan fuerte. Podemos decir que es un derecho humano vivir sin tener miedo, que no te asalten, que no seas víctima de un policía corrupto, que no te metan preso por ser joven y vestir de cierta manera. Pero lo que está ocurriendo, el modelo en Las Américas, es algo que yo llamo acumulación predatoria, es decir, los políticos utilizan la violencia del Estado para generar ganancias extraordinariamente altas. El aumento de la economía es por la represión, no por la educación. Por lo menos ustedes, en América Latina, tienen tradiciones populistas, de reforma, de izquierda, que han abierto más posibilidades de un sentido común de derechos populares, aunque luego son traicionadas. En Estados Unidos no sabemos nada de política. Y la población aquí es totalmente ignorante. Por eso existe un idiota como Trump. Por eso es el fin de las alianzas, de arreglar problemas como las drogas o el calentamiento global. 

Lo siento pesimista, ¿ve alguna solución?

Soy muy pesimista. Es que la solución va a tener que venir de otros países. Si eligen a Trump, tiene que haber un boicot contra Estados Unidos. Tienen que prohibir salir a cualquier académico, no ser invitado a América Latina, a cualquier universidad o a cualquier otro país.

Tenemos que ser tratados como Sudáfrica fue tratada durante el apertheid y como Israel debería ser tratado por el genocidio contra los palestinos. Hemos impuesto la guerra contra las drogas contra América Latina. Eso ha causado los auges de heroína, el fentanilo, la cocaína, el  crack. Y hay algo peor que va a venir. La perversidad que ahora tenemos es la xilacina, un sedante para animales. Eso se usa, por ejemplo, para transportar elefantes en el circo. Nunca se había usado en un ser humano. Pero ahora ya se está mezclando con fentanilo al menos en la zona Este de Estados Unidos. Llegó por vía de los migrantes puertorriqueños de áreas rurales pobres que se dedican a cuidar esos caballos de carreras que valen miles y miles de dólares. Con el fentanilo, aunque a la gente le guste los efectos psicoactivos, no le gusta que el efecto sea muy corto. La heroína dura como seis a ocho horas, el fentanilo como entre tres y cuatro, dependiendo del cuerpo de cada uno. Eso hace que alguien con adicción tenga que buscar manera de hacer dinero constantemente, y es muy cansado. Ahora con la mezcla de xilacina y fentanilo pueden estar hasta 18 horas sin volver a consumir. La xilacina altera las células y crea úlceras, pero todavía no sabemos bien el efecto sobre los humanos, porque estaba destinado a animales. No sé si, por primera vez, ahora una droga va a venir del norte hacia ustedes. Es horrible. Lo único que puedo esperar es que esa plaga se quede con mi pueblo, porque somos el problema.

 
Un grupo de voluntarios ofrece servicios de salud de urgencia en Tijuana.
Un grupo de voluntarios ofrece servicios de salud de urgencia en Tijuana.

Parte del problema que explica las más de 100,000 muertes por sobredosis al año en Estados Unidos en esta epidemia, no es un problema nuevo, pero parece que se ha agravado por las características del fentanilo, es que la gente no sabe qué está consumiendo.

Y muchas veces es imposible saber porque no cambia el color de la sustancia que se quiera vender. Y, además, el que lo vende a veces tampoco sabe porque se lo vende el de arriba y el de arriba recibe su producto de otro. Si uno lo piensa bien el deber de una sociedad es hacer que lo que consume la ciudadanía no sea dañina para su salud, pero Estados Unidos no trata de proteger la salud de sus habitantes. Están con una paranoia tan fuerte que ocultan los datos. Si uno pregunta te tratan como adicto. Uno tiene que poner una demanda legal para que te den los datos sobre la calidad de las drogas que están entrando en Estados Unidos.

Sobre el efecto contagio de Norte a Sur, en algunas ciudades de frontera, en concreto Tijuana, ya hay problemas serios de consumo de fentanilo.

Tijuana es el único lugar ahora que tiene problemas de inyección. Y es lógico porque es el lugar dónde la gente va de vacaciones en busca de sexo y drogas. Pero sobre todo es un clásico problema de deportación de pandilleros. Son pandilleros que tienen nacionalidad mexicana, pero que crecieron en Estados Unidos. Cuando cometen un delito, los deportan a Tijuana. Yo estoy haciendo trabajo de campo ahí y cuando hablo con ellos todavía me preguntan por la gasolinera de cierto barrio en Los Angeles, les hace falta la casa. Muchos no hablan español o hablan como las Tortuga Ninja. Viven ahí en las aguas negras del Río Tijuana, en la mera frontera, en el mero muro. Huele tan feo que a los policías no les gusta ir a arrestarlos. El mal olor de las aguas negras es lo único que medio los protege. Hay cosas que se pueden hacer en términos de salud pública como tener acceso a aguas limpias y también en términos de reducción de daños, que en Tijuana hay una buena red. Eso mientras ocurra algo que todavía no entendemos bien, y es que la gente acaba por dejar las drogas. Quizás tenga que ver con envejecer. Es una vida muy cansada.

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